Llegaba el Elche a Ipurua, con más sombras que luces tras recibir unos días atrás un buen correctivo por parte de la Real.
El equipo de Almirón (ya con la licencia para sentarse en el banquillo), volvía a salir con 5 atrás jugando con Fidel y Josan como carrileros. Con una única variación, Boyé aparecía en la punta de ataque.
Nada más comenzar el partido Boyé ya tuvo una ocasión clara que salvó Dimitrievski. Y tras un control de partido en el inicio, el equipo desapareció. El Eibar empezó a colgar balones por bandas, a ganar rechaces, segundas jugadas…parecía cuestión de tiempo que cazaran alguna y la metieran dentro.
Pero apareció Boyé, ese delantero que no parece delantero, que lucha, se cae, se levanta, parece que no llega, pero al final llega y te da ese pase. Pues más o menos así, Boyé que ya parecía que se iba a hacer un lío se dio la vuelta a sí mismo y lanzó un latigazo a la base del poste donde poco pudo hacer el guardameta del Eibar. Tras esto, descanso. Un respiro.
La segunda parte siguió de la misma forma que acabó la primera, con el Eibar encerrando cada vez más al Elche en su campo. En el minuto 5 de la segunda parte, llegó el punto de inflexión. Una mano involuntaria, pero separada del cuerpo de Pere Milla, ponía en bandeja el empate al Eibar, pero el lanzamiento salió por encima del larguero.
Pero este equipo tiene “aroma a Pacheta”. Cada integrante de los 11 corría igual o más que su compañero, todos a una, sin parar. Y salvo algún susto, meter los 3 centrales y los dos carrileros cerca del área propia hizo que el equipo ganara en solidez defensiva y se llegara al final sin sufrir demasiado.
Los mejores:
Hoy toca destacar a Pere Milla, que no ha parado de correr los 90 minutos de partido, a Boyé, ha peleado con los defensas, ha bajado infinidad de balones y encima ha marcado gol y de nuevo, Tete Morente, de lo mejor del equipo, no tiene miedo para encarar al rival o para buscar el tiro. Una amenaza constante.
Los peores:
Ninguno ha estado especialmente mal. Josan sigue estando a un 50% de su capacidad como jugador al tener que jugar como carrilero en lugar de extremo.
